jueves, 27 de noviembre de 2008

Los Enemigos de Adentro

Un enemigo es alguien que actúa o se encuentra en evidente capacidad de actuar, en contra de algo o de alguien. Bajo esta concepción quiero presentar el desglose titular del presente comentario.

Los enemigos de adentro son la mascarada de la lealtad y la fidelidad. Siempre aparecen como salvadores o como mártires de la verdad o de la pureza, cuando su intención no es otra que distraer la atención para no ser descubiertos en sus oscuros intereses. Estos especímenes de la humanidad se encuentran camuflados en todas partes: adentro de las empresas, en los cuerpos directivos de las instituciones educativas, sentados en los bancos como alumnos probos, en el sistema bancario y en las cooperativas. Los tenemos en los periódicos y en las emisoras; la televisión esta plagada del mencionado virus; las fuerzas armadas lo padecen y en la Iglesia Católica y demás organizaciones religiosas está entronizado con puesto propio y hasta con cargos de dignidad.

Los enemigos de adentro son aquellas personas que orientan sus esfuerzos a socavar el orden y a torpedear la posibilidad de progreso de las organizaciones en general. Son quienes de manera intencional se niegan a facilitar el proceso de cambio que una empresa requiere para su actualización y por tanto su supervivencia. Se presentan como salvadores cuando ellos saben en el interior de su alma, que solo están defendiendo su egoísta incapacidad de mirar un poco más allá de su propia incompetencia. Son destructores con apariencia de constructores.

Enemigos de adentro, son los empleados que no desperdician la más mínima oportunidad para hacer críticas malsanas en contra de sus directivos. Escondidos en ropajes de sincera amistad, van sembrando la discordia y el desconcierto para satisfacer sus instintos de lobos feroces. Se tapan con las ramas del “me dijeron que” y así escondidos en cobarde actitud pretenden pasar incólumes a la avalancha de consecuencias que su torcida intención desencadena.

Los críticos desenfrenados son verdaderos enemigos de adentro. Quién todo lo critica porque su cerebro solamente le permite pensar con las ideas ajenas, casi siempre es un lobo vestido de oveja. Su postura siempre va almibarada con expresiones de endulzado lenguaje, pero su corazón arde en llamas de envidia y de soberbia, haciendo daño a cada paso. El enemigo de adentro no tiene escrúpulos. No le importa la honra ni el buen nombre de los demás; su instinto feroz le enceguece para acariciar los mínimos linderos del derecho y el bienestar ajenos. Es un gusano escondido en las hermosuras del rosal de la vida. Es como un perro guardián al que no se le vigila y por eso abusa de su condición ventajosa.

El enemigo o contradictor honesto también existe. Es aquel que con entereza y valentía, pone la cara y defiende sus tesis sin maquillar su actitud. Cuando se está frente a él, todos sabemos a que atenernos. Su peligro es ninguno porque si en franca lid nos vence con sus ideas y argumentos, es porque era poseso de la verdad; y en la verdad no cabe ni el perjuicio ni la maldad. Ante la verdad solo debemos hincarnos con genuflexa humildad.

Enemigos así, abiertos y sinceros, nobles y leales a sus pensamientos, son mejores amigos que los sepulcros blanqueados que se presentan con aires de salvadores, pero en realidad son huracanes de destrucción.

Dios mío: Cuídanos de los enemigos de adentro, pues de los enemigos sinceros el mundo se beneficiará.

Por: Miguel Angel Guerra Herrera

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